Una frase muy conocida de Benjamín Franklin decía: “la muerte y los impuestos son ineludibles”.
Los primeros dos datos que me quedaron grabados a fuego cuando me puse a leer sobre Finlandia fueron contundentes: ostenta ser el país menos corrupto del mundo, según el ranking anual de Transparency Internacional. Con 9,7 puntos sobre un ideal de 10, encabeza la tabla de posiciones. Nuestro país, la Argentina, apenas araña los 2,5 puntos y estamos en la zona del descenso directo: puesto 108, sobre un total de 143 países relevados.
En la administración pública finlandesa la coima es casi inexistente. Se recuerdan dos casos de funcionarios que sucumbieron a la tentación. La Corte Suprema falló en su contra pero no los encarceló. Fueron despedidos y obligados a devolver los regalos: un pasaje en avión para ellos y sus familias.
Además de por la honestidad de su pueblo, el país también es conocido por su firmeza a la hora de cobrar impuestos. Todos pagan, desde un juez hasta el presidente. El monto se ajusta de acuerdo al sueldo de cada uno, pero nunca baja del 30 por ciento y puede llegar, entre los que más ganan, a casi el 60 por ciento. No existen las jubilaciones de privilegio y no hay pobreza, ni mucho menos miseria. Por supuesto que tampoco inseguridad. La última vez que murió un policía fue en 1997 y la anterior, más de veinte años antes.
Una multa por tirar un papel en la calle puede alcanzar los 50 euros y las infracciones de tránsito se pagan en el momento, según la infracción pero también según tu sueldo.
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Pero el otro dato que me impactó es que Finlandia ocupa también la pole position en cuanto a suicidios por año, junto a Estonia, Letonia y Lituania, entre otros países nórdicos. Después de que en 1991 batieran el record en cantidad de suicidios adolescentes, en los últimos años lograron bajar las cifras de 50 hombres por año a menos de 20. Nadie puede explicar exactamente las razones del descenso en las cifras, pero si se sabe que casi todos los suicidios son por depresión y alcoholismo. El consumo de alcohol aumentó de manera constante en los últimos 20 años. Aunque, por supuesto, las razones que llevan a alguien a dejar de vivir son varias y un tanto más complejas.
Con caminar durante dos días Helsinki, la capital de este país, uno puede sospecharlas. Llegué justo para la llegada de la primavera y la temperatura nunca subió de cero grados, nevaba y a las cinco y media de la tarde ya oscurecía. En invierno, me contaron, la temperatura puede llegar a los treinta bajo cero, al mediodía se hace de noche y no queda nadie en la calle. ?Es muy duro vivir en la oscuridad todo el tiempo, casi no se puede salir?, me dice un taxista albino de 25 años, mientras maneja un moderno y lujoso Mercedez Benz y manda un sms en cada semáforo.
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