(Columna publicada en la revista Wobi de junio 2015)
No son sus edificios. No es su historia. Tampoco su clima ni los monumentos. Lo que verdaderamente define a una ciudad, y la diferencia de otra, es su gente. Lo que hace, cómo se traslada, la forma y el estilo de vida, la convivencia y la interacción con los demás.
Y más aún, el corazón de una ciudad, por donde late el pulso social, son los espacios públicos. Es allí donde las personas socializan y realizan las actividades que trascienden los límites de los intereses individuales.
Tras el avance de la propiedad privada durante el siglo pasado, los espacios públicos quedaron relegados a las plazas y a poco más. Pero desde hace un par de décadas, el gran aumento en los precios del metro cuadrado en las grandes ciudades, obligó a los habitantes a vivir en espacios cada vez más pequeños. Salir de casa resultó indispensable. En la actualidad el espacio público recobró importancia y hoy volvieron a ocupar su función: resultan fundamentales en el entramado de las ciudades actuales y además representan las grandes transformaciones urbanas.
Un arquitecto los definiría como espacios dentro de una ciudad que quedaron afuera de la propiedad privada y pública. Se encuentran entre los edificios de empresas, los comercios, las Iglesias, museos y los hogares para vivir. Son de todos los habitantes y deben garantizar la libre circulación. Un sociólogo, en cambio, elegiría destacarlos por el alto valor simbólico, social, cultural y político que tienen dentro de una sociedad porque permite el intercambio de bienes y la comunicación entre sus miembros.
Las tendencias
No todos los espacios públicos son exitosos. ¿Qué hace que uno sea mejor que otro? Una de las claves actuales es la seguridad. Los expertos en urbanismo aseguran que se consigue en espacios donde haya más personas. A nadie le gusta sentirse solo y siempre es mejor estar rodeado de vecinos o turistas, aunque sean desconocidos. La gente que comparte un espacio público tiene el mismo objetivo: disfrutar el momento.
La iluminación también influye. Espacios como calles, avenidas, parques y monumentos que hasta hace poco tiempo se iluminaban de manera convencional, ahora requieren lámparas de LED de última generación que permiten por un lado una mayor vida útil y por el otro, un ahorro energético considerable. La ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, está terminando el proceso de reemplazo de 125.000 luminarias de calles y plazas.
Otras dos claves en espacios públicos son los espacios verdes, que sirven como pulmón de la ciudad, para renovar el oxígeno. También es necesario que haya espacios accesibles para sentarse cómodamente. Que cada persona pueda encontrar rápidamente su asiento, silla o reposera, sin depender de nadie. Tal como ocurre en grandes parques como el Central Park de Nueva York, el Hyde Park en Londres o los espectaculares jardines de Luxemburgo en París.
Por último, los espacios con conexión a Internet con WiFi abiertos y gratuitos atraerán a más personas.
Toronto tiene 8 mil hectáreas de espacios verdes y más de 3 millones de árboles distribuidos en más de 1500 parques.
Un buen espacio público no solo les modifica el día a día a las personas que viven en las zonas aledañas, sino que también ayuda a mejorar la imagen de la ciudad. Repercute en su marca. Atrae al turismo.
Así lo entienden los organizadores del Premio Europeo del Espacio Público Urbano, que desde el año 2000 cuando nació en Barcelona, tienen el objetivo de reconocer las obras que se hicieron para crear, recuperar o mejorar espacios de varias ciudades del viejo continente.
www.publicspace.org/es
Recuadro
Somos más
Cada vez hay más habitantes en las megaciudades (aquellas con más de 10 millones de habitantes). En 1950 habi?a apenas dos (Nueva York y Tokio) pero hoy hay 20 y pronostican 40 para 2030.
La arquitecta Amanda Burden fue jefe de planificación urbana de Nueva York bajo la administración Bloomberg y encabezó el rediseño estructural que sufrió la ciudad tras el atentado del 11S. En su conferencia ?How public spaces make cities work?, Burden cuenta detalles sobre cómo reconvirtieron el High Line Park, uno de los proyectos urbanísticos más innovadores sobre el aprovechamiento del espacio público. Anclado al oeste de Manhattan (en el meatpacking district), es un espacio de más de dos kilómetros de vías de ferrocarril abandonadas en 1980 y convertido en un basural. Burden y su equipo lo transformaron en un parque de usos múltiples en las alturas, con más de 12 accesos diferentes e inaugurado en 2009. La iniciativa arquitectónica trascendió a la obra en sí, contribuyó a revalorizar la zona y elevó el valor de las casas y los comercios cercanos. Hoy la zona es un polo gastronómico y artístico y una de las más cool de NY, visitada tanto por residentes como por turistas. Empresas como Google instalaron allí sus oficinas. Pero también es uno de los espacios más codiciados y disputados por millonarios proyectos que quieren instalar tiendas y shoppings comerciales. ?No importa cuán importantes y exitosos sean los espacios públicos. Nunca se los puede dar como algo seguros que siempre estarán ahí. Hay que defenderlos?, aseguró Burden.
La tecnología también ha creado nuevos espacios públicos no físicos, es decir, que nacen de manera virtual en las redes (web, 3G, etc) pero se reproducen físicamente en diferentes puntos de las ciudades. La movida Social Street (www.socialstreet.it) es un ejemplo. Fue creada hace dos años por Federico Bastiani, un italiano de 37 años graduado en Economía que vive en Bologna. Cuando se mudó, creó el grupo cerrado en Facebook ?Residentes de via Fondazza?, la calle histórica de unos 500 metros de largo. El objetivo fue entablar relaciones sociales con sus vecinos desconocidos y generar un sentido de comunidad. Solidaridad y colaboración, proyectos, eventos, ideas, descuentos en comercios y otras iniciativas surgieron a partir de su idea. Hoy ya existen unas 365 Social Street en todo el mundo que involucran a unas 20.000 personas de ciudades de Francia, Nueva Zelanda, Croacia y Brasil, entre otros países.
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