Aún a riesgo de que el tiempo y los resultados demuestren lo contrario, la designación de Maradona como director técnico de la selección fue lo mejor que le podía pasar en este momento al plantel. Y también a Diego, a punto de cumplir 48 años, ser abuelo por primera vez y en un momento donde se lo ve desde hace rato tranquilo, recuperado de su adicción a la cocaína y en paz con los suyos y el resto de la sociedad. No es un dato menor que hace muy poco tiempo -tres o cuatro años-, Diego cargaba su obesidad y su adicción encerrado en un psiquiátrico donde llegaron a atarlo para que pueda soportar la abstinencia a la droga. Su vida sigue siendo desmesurada e inesperada, impresionante y única. Y nunca se agota. Ahora le suma otro capítulo apasionante: al frente de la selección.
La AFA hizo justicia con la historia. Nadie hoy por hoy merece el puesto más que Diego. Y muchos dirán que hay muchos que merecen ese puesto (como Bianchi o cualquier otro de los que se barajaron estos días) tanto o más que Maradona porque ganaron más títulos como técnicos y dieron muestras de sobra de saber manejar planteles. Todo eso es cierto. Pero Grondona se dio cuenta de que hoy la selección necesita otra cosa, un golpe de timón, un motivador y un líder a quien respetar y no tanto título local acumulado.
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