El periodista debe siempre buscar la verdad que a algún poder no le conviene que se difunda. Debe hacerlo para que no haya abusos contra la gente por parte de los organismos del Estado y de las empresas.
Debe investigar con la mayor rigurosidad posible y publicar esa información. Decir lo que piensa, lo que ve y lo que escucha. Debe preguntar para molestar, incomodar y cuestionar a todos los poderes, porque esa es su principal misión.
Debe ser el cuarto poder (como contrapoder de los otros tres): cuidar a la democracia defendiendo el interés público y el derecho escencial de los ciudadanos a ser informado. Luchar con coraje y valentía contra la corrupción y el nepotismo de todos los gobiernos y todas las corporaciones.Debe defender al inocente, al indefenso y al desprotegido. La voz de los sin voz.
No son tiempos fáciles para los periodistas en nuestro país, continuamente cuestionados, difamados y hasta agredidos fisicamente, como se vio en los últimos días en algunos casos. Desde hace algunos años, pero sobre todo a partir de 2008, el gobierno de Cristina Kirchner ha utilizado a los medios y periodistas autodenominados “militantes” para atacar a todo aquel comunicador que se anime a cuestionar alguna acción, medida, decisión o miembro de su gestión. Para eso cuenta con muchos millones de pesos y un batallón de trabajadores de prensa dispuestos como soldados a defender al gobierno y atacar a sus colegas que piensan distinto, responden a otros intereses o simplemente se dedican a hacer su trabajo lo mejor que pueden. No hay grises: o estás a favor del gobierno o estás en contra.
Desde hace ya un largo tiempo tiempo, pero sobre todo en los últimos meses, el periodismo se ha fracturado inutilmente en dos supuestos bandos donde por un lado, se parapetaron los que responden al gobierno y del otro, aquellos de la “corpo”, formada fundamentalmente por los medios Clarín, La Nación y editorial Perfil.
Pero aquellos trabajadores de prensa que se empecinan día a día en agrandar esa supuesta zanja divisoria, cometen un error muy grave que costará años reparar: se olvidan de su función. Se olvidan para qué están, a quiénes deben servir y a quiénes cuestionar. Mientras los periodistas se trenzan en discusiones y peleas en los medios (muchas veces haciendo papelones, más cercanas a las vedetongas de turno que a personas serias e inteligentes), el poder sigue haciendo de las suyas sin descanso. Sigue robando dinero público, desprestigiando la democracia y usando su poder para otros fines que están bien lejos de mejorarle la calidad de vida a la gente. Pero esta vez, lo hacen sin la molestia del zumbido del moscardón.
Los “periodistas militantes” (¿?) son usados por el poder de turno y de la peor manera. Con muchos millones de pesos disfrazados de pauta oficial, y una gran puesta en escena discursiva, les hicieron creer que debían defender a capa y espada el modelo y que cualquier cuestionamiento, diferencia, investigación y crítica era funcional a los intereses golpistas de Clarín. Y que por el bien del modelo, entonces, más vale no detenerse en esas cuestiones. Del otro lado, el Grupo de empresas de medios liderado por Héctor Magnetto, que hasta fines de 2007 mantuvo excelentes relaciones con el gobierno de Néstor Kirchner, ahora recibe los ataques y también responde. Repito: el enemigo número uno del gobierno era, hasta hace muy poco, su principal aliado mediático. Ninguno de los que hoy hablan pestes de la corpo y la acusan de todos los males del país (y que incluso trabajaron en alguna de sus empresas y ahora perdieron la memoria), cuestionaba antes a Clarín y no sólo eso: ni siquiera hoy se preguntan el motivo de tamaña contradicción y repentina postura: ¿por qué hasta hace poco eran socios y ahora son enemigos?
Ellos son el verdadero poder y los periodistas, apenas empleados de empresas. El periodismo hoy no sólo no pregunta, sino que reacciona con violencia ante la simple y obligatoria consigna de sus colegas: “queremos preguntar”. ¡Por supuesto que queremos preguntar! Sin preguntas no hay periodismo y no debería vapulearse una consigna útil por diferencias ideológicas o políticas con quienes la impulsan. Es muy peligroso minar las bases fundamentales del ejercicio de este oficio por cuestiones y rencillas personales.
En el medio de esta polarización infame, falsa y patética, están los periodistas (que son empleados) y, por supuesto, la gente, el ciudadano común, el laburante. Están los 51 trabajadores inocentes muertos en la tragedia de Once, producto de la pésima y corrupta política de transporte de este gobierno que muy pocos denunciaron e investigaron antes del evitable hecho. Están las víctimas de la inseguridad, los golpeados por la inflación que el gobierno nunca menciona y niega desde un INDEC destruído. Está la falsa recuperación de YPF, las corrupciones y mentiras de Boudou, Jaime y Shocklender, los jueces K, los enriquecimientos ilícitos, los Morenos, los Moyanos, el despilfarro del Fútbol Para Todos, la enorme caja para los medios oficiales, etc. Están los Macri y los Scioli, están las policías cómplices, las barras bravas socios del poder, los ministros, los gobernadores, los delincuentes disfrazados de políticos, los empresarios. Están ahí, todos haciendo de las suyas, como siempre, como nunca. Lo más campantes, pero para su tranquilidad, ya sin ese periodismo molesto merodeando sobre sus espaldas. Ese periodismo está más ocupado en otras cuestiones más importantes como pelearse e insultarse entre sí como adolescentes irresponsables.
Mientras muchos periodistas están leyendo Twitter, esperando a ver qué dice Lanata el domingo, cómo responde Víctor Hugo a la mañana, a quién va a ridiculizar hoy 678 y qué opina Tenembaum a la noche en TN, el poder se nos caga de risa, muchachos.
Feliz Día del Periodista.
Leer Más