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5 March 2008

Los amos del Universo

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A las 7 en punto de la mañana, Daniel Pastor, uno de los encargados de la comunicación de Google para latinoamérica, me pasó a buscar para ir al famoso Googleplex, el campus en Mountain View donde trabajan la mitad de los diecisies mil empleados que tiene la empresa esparcidos por todo el mundo. Daniel tiene apenas 27 años y estudió Ciencias políticas. Fanático de Obama, vivió en Chile durante un año gracias a una beca para investigar la historia del dictador Pinochet. Allí aprendió bastante bien su castellano. “Ojjjalá gane Obama hoy”, se entusiasma.
Llegamos a Google cuando todavía no hay nadie más que la gente de limpieza. El silencio es casi total. La mañana está fría, pero sin nubes y con un sol que promete. El campus está recostado sobre el norte de Palo Alto, rodeado de un par de colinas muy verdes que tal vez fueron construídas también por Google. Al fondo, se ve a lo lejos el sur de San Francisco.

Googleplex puede ser bizarro, un pequeño mundo aparte en colores rojo, amarillo, verde y azul, habitado por gente convencida de que realmente está cambiando el mundo. Que cree en “el universo Google” y no le da verguenza admitirlo. Todos piensan que Page y Brin son dos mesías y que ellos son PARTE.
El clima es de total libertad y cada uno hace lo que se le canta. No tienen horarios ni de entrada ni de salida y se dan una sesión de masajes, lavan la ropa o se cortan el pelo. Mientras unos comen como el último almuerzo de sus vidas, cuatro chiflados juegan a veinte metros un partido de beach-volley con arena de verdad, en cuero, descalzos y con sus mallas como si estuvieran en plena temporada de Hawai. Nadie los mira, ni siquiera una réplica tamaño real de un tiranosaurios rex que tiene puesto un gorrito de Papa Noel. Cerca pasa uno con un perrito modelo Paris Hilton y atrás una china con su bebé en cochecito. Hay latinos, indios, orientales, rusos, alemanes y perros por todos lados. Se mueven en bicicletas o en monopatines con motor que dejan en las puertas de destino para que otros las agarren. En los baños, arriba de los mijitorios, hay problemas matemáticos y adivinanzas para resolver mientras sacudís.
No suman tres las corbatas y sí se ven muchas remeras de Google y sus productos: Blogger, Gmail, Maps, Earth y frases chistosas. La mayoría son ingenieros que para entrar a trabajar acá tuvieron que pasar un durísimo filtro de por lo menos cinco entrevistas en varios idiomas y resolver problemas matemáticos en tiempo récord. Todos tienen acciones de Google Inc. en Wall Street, que al cierre de hoy bajó un poco su cotización: 444 dólares.
La mayoría va de un lado a otro con sus notebooks abiertas o con sus blackberrys tipeando mientras caminan porque una de las premisas del universo Google es estar online. Siempre. “A veces es necesario salir para darse cuenta de que existe otro Universo, algo más fuera de esto”, me dice uno de los empleados.

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27 February 2008

Donde nació todo

En unos días viajo a Silicon Valley, un lugar que no figura en ningún mapa oficial ni tiene su cartel verde en la ruta. Sin embargo, es una de las zonas más conocidas del mundo porque allí, hace poco más de medio siglo, nació la tecnología y hoy sigue siendo el punto obligado para cualquier empresa que quiera tener éxito en serio en los negocios digitales. Está desparramado en una zona de valles y colinas, sobre el oeste de los Estados Unidos, en el Estado de California y lo conforman pequeñas ciudades como Palo Alto, San José, Cupertino, Mountain View y Santa Clara.

A principios del siglo pasado, después de la fiebre del oro que atrajo a millones de inmigrantes hacia esa zona desértica y despoblada, el valle (todavía no bautizado Silicon por el silicio de los chips) fue la cuna ideal para estudiantes universitarios, físicos, ingenieros y científicos. Era, literalmente, la tierra de las oportunidades. Por eso nacieron allí grandes avances para la humanidad como la radio, el transistor, el oscilador de audio de HP y el microprocesador de la mano de Intel, las PCs de IBM y Apple, Sun, Cisco, Oracle, el Pac-Man de Atari y la WWW gracias a Netscape, que permitió que a mediados de los ´90, crecieran las .com Yahoo!, Amazon, eBay y Google, entre otras empresitas. La mística del lugar continúa intacta aún hoy: Facebook, Twitter y otros emprendimientos de la web 2.0 siguen naciendo en algún rincón de Silicon Valley.

El valle también es un símbolo del dinero, excentricidad y riqueza rápida. Si fuese un país, Silicon Valley estaría entre las diez mayores economías del mundo. Hay más de 250 mil millonarios en una población de 2 millones y medio y se cree que cada día se suman a la lista 60 nuevos afortunados. Una leyenda nunca desmentida dice que en las rayas de algunos trajes de Jerry Sanders, fundador de AMD, figura microscopicamente su nombre en fila. El desempleo en el Valle es casi cero, hay restaurantes a mil dólares el cubierto y más barcos, avisones privados y concesionarios de Ferrari y Lamborghini que en cualquier otra zona de los Estados Unidos.

Hacia allá, contaba al principio, viajo en un par de días. Me instalaré en las oficinas de Google para ver cómo es trabajar en el buscador más usado del planeta y si es cierto algo de todo lo que se dice de Googleplex, ese guaso campus de 47 mil metros cuadrados que recibe todos los días a más de 10 mil empleados, en su mayoría jóvenes casi genios.
Después me uniré a un grupo de periodistas latinoamericanos para estar presente en el HP Labs Press, donde Hewlett-Packard, la primer gran empresa de Palo Alto fundada en un garage a fines de los ´50, mostrará los productos que lanzará durante el año.

Finalmente, ya fuera de agenda y solo, llegaré a San Francisco. Pero para eso falta… Les iré contando lo que pueda desde allá, donde nació todo.

(Son bienvenidos links, info, contactos de argentinos en Silicon Valley, anécdotas, datos de San Francisco, consejos, fotos, etc.)

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