Terminé de leer “La inteligencia rebelde”, la biografía de Jorge Guinzburg escrita por Hugo Paredero que forma parte de “Paisanos”, una serie editada hace dos años por la editorial Capital Intelectual que destaca la vida de algunos de los los judíos argentinos más destacados.
Paredero recopila a gran velocidad (a veces demasiada y con desorden) los 59 años del petiso y va mechando sus textos con los testimonios de personas muy cercanas a él (como su mujer, su madre, amigos y hasta sus hijos) y hasta del mismo Guinzburg. De esa manera, el libro deja algunas perlitas que pocos saben, como que fue compañero de colegio del escritor Jorge Bucay.
Su infancia y su lucha conta el asma, su amor por Vélez y sus primeros pasos en los medios junto a Carlitos Abrevaya, otro compañero de secundaria, con quien haría dupla creativa hasta a principios de los ´90, escribiendo por ejemplo, la tira Diógenes y el linyera en la contratapa de Clarín desde 1975. Ambos fueron guionistas de Mareco, Cacho Fontana y hasta de Tato Bores. Entre los dos, no paraban de escribir chistes, también para la histórica Satiricón. “Mano a mano con la masturbación” y ese tipo de frases. “Demosle una oportunidd al milagro”, decía el petiso cuando había que entregar algún texto y la inspiración no llegaba.
Durante los años de la dictadura trabajó en publicidad y al regreso de la democracía conduce el exitoso programa de radio “En Ayunas”, en Radio Belgrano. Durante esa brevísima primavera alfonsinista, empieza a formarse el equipo que haría historia en la TV con “La Noticia Rebelde”: Adolfo Castelo, Abrevaya, Guinzburg y Raúl Becerra. Un jovencito Nico Repetto oficiaba de movilero en la calle. Desde Canal 7 rompían el rating mezclando noticias con humor. Los reportajes de Guinzburg (con la pregunta “para romper el cubito”) se hicieron famosos por su rapidez en la repregunta y su ironía. “Las mejores ideas son sencillamente irrealizables, no tanto por falta de medios sino porque no se nos ocurre cómo hacerlas”, dijo Jorge en un reportaje por aquellos años.
Arranca la década del ´90 y Guinzburg se come crudo el mundo. Sin parar, generaba proyectos de todo tipo y al mismo tiempo. Apenas algunos de los mejores: en TV los inolvidables ciclos Peor es Nada (1990), La Biblia y el Calefón (1996) y Mañanas Informales (2005). Escribía columnas para Clarín (recopiladas en el libro Sesiones extraordinarias (desde el diván) y hacía reportajes para la revista VIVA. También hizo radio, con el gran ciclo El Ventilador, con Castelo, Ernestina Pais y Carlitos Ulanovsky, entre otros. Produjo obras de teatro (La era del pingüino, en el verano 2008 en Carlos Paz) y condujo un programa de preguntas y respuestas (El Legado) y documentales para Encuentro. La lista de trabajos podría seguir porque fueron muchos.
El humor de Guinzburg pertenece al de una generación de hombres en extinción. Es aquel que mezcla en exactas dosis la cultura, el barrio, la ironía, el sarcasmo, el sexo, la sutileza, la política y la información periodística. Guinzburg es contemporáneo de un estilo que selló con fuego nuestro humor durante los últimos cuarenta años de la mano del Negro Fontanarrosa, Caloi, Quino, Dolina, Castelo, Les Luthiers, Tato Bores y varios más. Pero también otros libretistas no tan conocidos por el público en general.
Ese humor de Guinzburg queda bien reflejado en las páginas del libro, aunque dan ganas de más. Es cierto que sería imposible recopilar todas sus ocurrencias, porque eran a cada minuto, en cualquier ámbito. En épocas de La Noticia Rebelde en Canal 7, Jorge ya había fichado a la joven Andrea Estivel, que trabajaba como productora en el canal y luego sería su segunda mujer. Andrea era muy alta y cuando Jorge la veía caminando por los pasillos salía de su oficina y gritaba: “salió la grande!”.
Con Guinzburg ocurre lo contrario a lo habitual: cuanto más se aleja el día de su muerte (12 de marzo de 2008) más se lo extraña. Se lo añora por su enorme talento, su humor y su gran capacidad de trabajo, pero más se lo extraña por los tristes, canallescos y pobres tiempos por el que atraviesan hoy los medios. Estoy completamente seguro que con él vivo, la tramposa polarización mediática del gobierno hubiese sido más difícil de instalar. El petiso no hubiese dudado en usar su látigo humorístico para acomodar a unos cuantos desubicados y desmemoriados. Con Guinzburg, la aguja de la balanza se inclinaría un poquito más para el lado de los buenos.
Leer Más