“… y es un orgullo para nosotros, trasladar a la Selección Argentina de vuelta a casa”. Estas fueron las palabras del capitán del vuelo 1948 de Aerolineas Argentinas ayer cuando faltaban veinte minutos para aterrizar en Ezeiza. Los pasajeros empezaron a aplaudir y a cantar. Casi nadie sabía que, con nosotros, viajaban también los jugadores y el cuerpo técnico del equipo que acababa de perder contra Alemania. Casi nadie quería sentarse y el capitán tuvo que pedir tres veces que los pasajeros volvieran a sus lugares para aterrizar. Todos iban para la parte de atrás del avión y se veían flashes. Maradona iba arriba, en primera clase y el acceso estaba cerradísimo. Solo lo vimos cuando se bajó, en medio del griterío típico: “Diego, Diego!”. Detrás de él iba Bilardo y su guardaespalda.
Los jugadores salieron todos juntos y me topé con ellos en la manga y en el sector de migraciones, donde puede sacar las primeras fotos:
No son fotos de gran calidad, por supuesto. Pero sí tienen un valor periodístico. Eran las únicas de ese momento y gracias a que las subí a Twitter, mucha gente se iba enterando de la llegada de la selección a Ezeiza. De hecho, después me dijeron -por Twitter también- que en el canal de noticias América 24 estaba levantando en vivo las fotos (citando que eran mías) para informar que los jugadores ya habían bajado del avión. Un tuitero escribió: “estoy viendo fotos de los jugadores en Ezeiza gracias a @zanoni y en Fox no saben si llegaron”. Otra puso “es como estar más cerca”, otros felicitaban, agradecían y así fueron las repercusiones de quienes seguían en vivo lo que yo contaba (incluso desde Pretoria, en Sudáfrica).
La casualidad hizo que estuviera en el lugar justo y pudiera contarlo y retratarlo rudimentariamente. Pero eso es lo de menos. Lo que importa es que mientras los móviles de televisión y sus noteros estaban afuera del aeropuerto de Ezeiza, sólo podían filmar a la gente festejar y alentar a Maradona. Poco y nada. Ya es algo repetido pero vale aclararlo: las redes sociales y la tecnología en manos de la gente -periodistas o no- están cambiando drásticamente la manera de informarnos y está fue una prueba. Una más.
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