Columna publicada el 5 de agosto en El Cronista
Ahora la información está en el aire, va y viene a la nube. Miles de millones de archivos y datos viajando por el mundo gracias a los servidores virtuales. La virtualización para acceder a nuestra información desde cualquier momento y lugar sin tener un sólo archivo instalado en la computadora se llama nube y, gracias a servicios como DropBox, es una de las grandes tendencias actuales. Aunque en rigor, el origen de la nube no es nada nuevo. Para rastrearlo, hay que viajar hasta la década del 60 y buscar los nombres J.C.R. Licklider (del grupo creador de Arpanet) y John McCarthy, uno los que acuñó la palabra inteligencia artificial. El término nube, sin embargo, recién se hizo familiar dentro del ambiente de la computación ya bien entrados los 90.
Hay dos usos básicos para la nube: almacenamiento de archivos, donde los usuarios pueden guardar su información, compartirlas con otras personas, acceder remotamente, etc. Y por el otro, el uso y distribución de aplicaciones de software, llamado SaaS (Software As A Service), que puede ser gratuito o pago.
Hoy DropBox es el símbolo de las exitosas aplicaciones freemium (gratuitas inicialmente pero pagas al ampliarle prestaciones) y el gran modelo de éxito a seguir por los emprendedores tecnológicos. Su fundador, Drew Houston, creó el sistema cuando en 2007 se olvidó su pendrive con información valiosa y no pudo trabajar durante un viaje en tren. Hoy tiene apenas 30 años y su empresa está valorada en u$s 4 mil millones. No es para menos, ya que su compañía tiene una base de 175 millones de usuarios (de los cuales 75 se unieron en los últimos 8 meses) que suben más de mil millones de archivos al día.