por P.Z
I
El número de teléfono al que hay que llamar aparece en pantalla apenas unos segundos. Hay que estar atento para anotarlo. Después tenés que acordarte de llamar al día siguiente, pero también te tiene que sonreír la fortuna y esperar que del otro lado haya alguien dispuesto a atenderte. Tres o cuatro días de intentos y finalmente una chica anota nombre, apellido y dni y nos autoriza a ser parte del público.
Hay que llegar media hora antes. Siete y media, puntuales, entramos en Canal 7. En la recepción nos dicen que sigamos hasta el estudio 5, ?al fondo a la izquierda?. Recorremos un pasillo larguísimo y llegamos al estudio. Nadie nos espera, ni un cartelito ?ni una hojita escrita en birome?nos indica qué hacer. Un grupo de operadores se ríe a borbotones en la puerta del estudio. ?¿Quieren pasar??, invita uno. Nunca nos preguntan el nombre, ni mostramos el documento. Nada.
Del estudio, bastante amplio, sólo se utiliza la mitad: más o menos unos 50m2, pero no sé medir bien los espacios. Además la perspectiva es engañosa. El decorado está compuesto por una mesa para siete personas ?6 asientos de un lado, el restante enfrentándolos?, un sillón en ele, dos televisores flat, y dos pequeñísimas tribunas con espacio para 7 u 8 personas. Tres cámaras fijas y una más que se mueve con una grúa.
Nos sentamos estratégicamente en la tribuna que no enfocan las cámaras. Dos personas limpian el estudio, acomodan el escritorio principal, mullen los almohadones del sillón. Un parlante inunda el espacio con un sketch de Gasalla de la época que estaba en Canal 7 (es curioso, pienso, la última vez que vine a un programa de televisión fue hace veinte años para ver a Gasalla en este mismo canal). Los cameramen hacen que prueban los equipos, pero en realidad hacen pasar el tiempo. Faltan todavía 25 minutos para que comience el programa, tiempo suficiente como para ir al baño y conseguir un café de la máquina que está frente al estudio.
Diez minutos más tarde volvemos al estudio. El movimiento es más intenso, un hormigueo de asistentes ajustando cada detalle. Orlando Barone está sentado leyendo, Cabito Massa Alcántara manda sms ?o juega por celular?. Las copas se llenan, los papeles se acomodan con prolijidad, la Mac que va a usar María Julia Oliván está prendida y esperando. Volvemos a sentarnos en las gradas que no se filman, pero al rato nos mueven, dicen que ese lugar es para los reidores.
Muertos de vergüenza porque vamos a salir en la tele, nos empezamos a tentar de risa. Faltan menos de diez minutos y nosotros con un ataque de nervios. ¿Contagiados o contagiando? La ansiedad se palpa: una manifestación que interrumpe el tránsito a la altura de la Embajada de Estados Unidos complica la llegada de María Julia Oliván y de Luciano Galende. Alguien dice que el invitado del día, Alejandro Apo, tampoco llegó al canal. Reprimo el grito de ?¡Tengo miedo, nene!?
Sandra Russo llega y se pone a hablar con Barone. Entra Carla Chudnozky ?nota aparte: está bastante fuerte?. Faltan cinco minutos entran juntos Apo y Galende, que en menos de tres segundos se acomoda el micrófono debajo de la camisa. El reloj se acelera. Alguien dice que María Julia está maquillándose. El programa va a arrancar sin la conductora.
Termina el programa anterior. Comienza 6 7 8.
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