Se publicó un libro llamado “La joven guardia? (Norma), que recopila 20 cuentos de algunos de los exponentes de la nueva narrativa argentina. La selección estuvo a cargo del periodista Maximiliano Tomas (29 años, diario Perfil, autor del libro ?Cuentos breves para leer en el colectivo? y del blog Tomas Hotel). Charlamos para eBlog con Maximiliano sobre el libro y la nueva generación de escritores que se abre paso a los tumbos, como pueden y también, a veces, como quieren.
-¿Porqué el libro?
-El motor del libro fue la confianza en que existía una nueva narrativa argentina, el desafío de descubrir sus nombres y su obra en ciernes, de enmarcarla en un libro que sirva de mapa para los lectores de hoy, y también para los de mañana.
-¿Cuál fue el criterio de selección que usaste para elegir a los veinte autores?
-La edad de los postulantes (autores nacidos a partir de 1970, es decir, que ninguno superara los 35 años a la fecha de la publicación del libro), que tuvieran al menos un libro publicado, en cualquier formato editorial (único requisito de la gente de Norma, que colaboró en el proyecto desde un primer momento) y, sobre todo, la calidad narrativa, juzgada sólo por el antólogo, es decir, por mí. No hubo más que eso. No pesó en la elección final (muchos pueden dar cuenta de ello) ni las formas de representación literaria (escuelas, estilos, procedencias), ni currículum, ni amiguismos. Los preseleccionados terminaron siendo alrededor de 50, muchos de ellos mujeres, y algunos de ellos muy jóvenes y buenos.
-¿Qué significa ser escritor hoy?
-Ser escritor argentino hoy es elegir plena y conscientemente el destino de la literatura, con todo lo que eso implica. En otros tiempos, alegar en una reunión social, o frente a una suegra, un ?soy escritor?, podía aparejar con suerte cierta seductora cuota de excentricidad; quizá hasta fuera sinónimo de clase o de intelectualidad. Hoy, sólo sirve para ganarse una mirada de desprecio y una pregunta: ¿y además, qué hacés? ¿De qué trabajás? Lo que quiero decir es que si en algún momento del siglo XX existió en la Argentina una figura del escritor, eso es hoy prácticamente imposible. Por diversos motivos, que atañen al campo social y al mismo tiempo y dentro de él al intelectual y literario, la idea del escritor romántico es impracticable.
En la actualidad el escritor argentino joven escribe lo que puede, como puede, donde puede. Trabaja, en el mejor de los casos, de lector en editoriales, de corrector, de periodista, de crítico, de profesor. Escribe sobre todo y pese a todo. Y si bien las certezas a la hora de encarar la página en blanco siempre fueron pocas, en la actualidad sólo hay un abismo: no existe en el horizonte lector imaginable, ni interés editorial, ni en los medios, ni hay tampoco mercado.
-El panorama parece desolador, sin embargo, en el prefacio del libro decís que la generación actual de escritores es, tal vez, la más libre -literariamente hablando- de la que existió hasta hoy, por, entre otras cosas, no escribir ?a la sombra de ningún padrinazgo?.
-Por eso creo que pese a lo anterior, no hay que ser tremendistas. Quizá todo lo que mencioné más arriba sea lo mejor para los escritores jóvenes. De eso hablaba cuando decía que hoy, al escribir, la nueva generación es más libre que en cualquier otro tiempo. Todo está por hacerse. Y de hecho, ya hubo algunos intentos, y hay aún algunos muy concretos: editoriales pequeñas e independientes que capearon bien la tormenta del 2001 y gozan de buena salud. Que lograron captar la atención de los pocos lectores activos, que saben dónde buscar lo que vale la pena leer. Y mientras los ?lectores de verano? se entretienen con el mercado del best-seller, lo nuevo, lo vital, pasa por otro lado. Aunque no hay que confundir ética con necedad: la utopía sigue siendo vivir de la literatura y de los libros, que nos publiquen bien, y que nos lean mejor y más. Es sólo que vivimos un tiempo histórico en el que la literatura importa poco (y eso no es culpa de nadie, o de todos, que es lo mismo) y nos toca trabajar de escritores, editores y publishers al mismo tiempo. Construir una obra, y a la vez, lectores para esa obra. Un desafío que tampoco es demasiado nuevo, tal vez sólo más profundo que en otro tiempo.
Y por otro lado, si bien toda generación necesitó inscribirse en un mapa literario predeterminado, la de ?La joven guardia? tiene una ventaja: los grandes nombres, los clásicos, están muy lejos. La lectura de sus obras enriquece sus libros. Pero no se escribe claramente a la sombra de nadie. Por todo esto, creo que la libertad y la posibilidad creativa es muy amplia.
-Me llama la atención que esta nueva generación ?la mía, aclaro y me incluyo- puede decir abierta y en público que la dictadura o Malvinas no fue lo peor que nos pasó, sino que fue peor el menemismo (Damián Zifrón, Rolling Stone, 2004) o meterse con supuestos tipos ?intocables? como Ernesto Sábato (Andahazi) o decir, sin más ?los desaparecidos me chupan un huevo? (Terranova, uno de los veinte autores del libro, Rolling Stone, octubre 2005). Creo que todos de alguna manera necesitan despegarse de un pasado que pesa mucho, así poder escapar para seguir viviendo, escribiendo, filmando cine o cantando La Renga sin esas ataduras. Porque hay nuevas, y que afectan tanto o más: la desocupación, la devaluación, cromañon, etc. ¿Cuál es tu opinión?
-Cada uno de los autores del libro vive un presente y vivió un pasado personal y particular, que no es ni puede ser, claro, el de las generaciones anteriores. La dictadura y Malvinas son herencias recientes, pero no inmediatas. Yo, particularmente, disiento con Terranova en un punto: a mí los desaparecidos me importan. Creo que todavía quedan muchas deudas por saldar con ese horror tan cercano, y que 1976-1983 ha sido, de alguna manera, nuestro Auschwitz. Sólo que no es la literatura el campo donde esa pelea debe darse, donde deben dirimirse cuestiones como esa. Hay lugares más propicios para la construcción de una justicia, que considero necesaria. Lo de Terranova, creo yo, es una incorrección, una irreverencia que tiene por fin sacudirse lo barato del lastre setentista, la lectura simplista que se pretende hacer de una realidad que en verdad fue muy compleja. Y que hoy, por ejemplo, con una reivindicación algo ligera y sobre todo oral del gobierno kirchnerista, se corre el riesgo de idealizar algo que no fue, tampoco, tan ideal.
Lo que sí puedo decir es algo que suele repetir Abelardo Castillo (quien escribió el prefacio del libro): no creo en la literatura comprometida. Creo en el escritor comprometido con la realidad que lo rodea, pero por fuera de su obra. Por muchos motivos, pero uno de ellos es que creo que la literatura y el arte en general son inofensivos a nivel social, y en el caso de que sirvan para algo (de que tengan alguna utilidad, en lo que tampoco creo) es siempre para un propósito distinto de lo que quiso su autor. A esta altura, me parece que está demostrado que no se pueden librar grandes batallas desde las novelas, los poemas, los cuadros o las películas. Si existe la voluntad de cambiar algo, de luchar contra nuestros fantasmas actuales (esas guerras que mencionás: el menemismo, la pauperización cultural, el hambre, las enfermedades y las guerras, el maniqueísmo y la simplificación, la banalidad, el extendido y mal entendido sentido común, los altares erigidos a la vulgaridad y los medios de comunicación de masas, el desamor), más vale bajar al fárrago de la vida cotidiana, dejar de lado las artes, que no tienen nada que ver con esto, y poner manos a la obra.
Leer Más