Ayer en Noticiasdot.com salió un artículo que informaba que periodistas estadounidenses cobraban por elogiar productos Tech en la TV.
Hace tiempo que en eBlog queríamos hablar del tema. Los periodistas que cobran dinero por hablar o no hablar de determinadas cosas. Y no me refiero a denuncias políticas o actos de corrupción o cosas importantes, sino a algo en apariencia mucho más trivial. Como periodista de tecnología, las empresas siempre mandan regalos que pueden ir desde algo muy chico como lapiceras, mochilas o agendas de papel, hasta teclados, mouse, reproductores DVD (como en la reciente presentación de Movistar) o CD, impresoras, monitores, etc. Muchas veces, se disfraza el regalo de “te lo mando para testear”, pero ambos saben que el producto jamás se devolverá. También, en otros casos, las empresas te invitan a un fin de semana todo pago en avión a un hotel 5 estrellas, junto a otros 10 o 15 periodistas de tu rubro (o no), para la presentación de un nuevo producto o servicio.
Yo pregunto, ¿cuál es el límite? ¿Hasta dónde el periodista es libre de decir u opinar lo que quiere cuando sabe que, en la mayoría de los casos, si opina lo que quiere, será sutilmente borrado de las listas de las siempre amables y sonrientes chicas de prensa? Porque a la larga, siempre persisten aquellos adulones, que nunca faltan en cualquier evento, siempre justo al lado de la mesa de sanwiches de pavita.
¿Hasta que punto no somos todos así?
¿Cuál es la diferencia entre cobrar 20 mil dólares (como el caso que denuncia la nota de noticiasdot.com) o cobrar una pauta publicitaria que en muchos casos es bastante superior a esa cifra? La clave está en aclararle al anunciante o al que regala que uno será libre para opinar lo que se le cante. Geste o no, porque en definitiva, nuestro éxito profesional (y del medio) se mantendrá a lo largo de los años con esa postura y no con otra. O sea, con la transparencia ganan todos: medio, periodista y anunciante. Aunque claro, no siempre es así.
Porque estoy harto de aquellos periodistas que se rasgan siempre las vestiduras sobre la libertad de prensa y la independencia, pero no dudan en llamar a las consultoras para pedir que le renueven su Palm porque la que reciebieron el año pasado ya es vieja.
Yo creo que hay que blanquear las cosas, en pos del siempre usado y pocas veces respetado, lector, usario, televidente, o como quieran llamarlo a ese tipo que, cada tanto, nos cree lo que decimos.
La fiesta del chivo
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