por P.Z
La feria de artesanías de Rosario es un lindo programa para un domingo de sol. Casi contigua a la estación Rosario Norte, tiene como punta de flecha una locomotora restaurada (y pintada ?¿casualmente?? con los colores de Newell?s). El paseo sigue y allí nos espera Alberto Olmedo sonriendo, una estatua de bronce en un banco de plaza con un gesto que invita a que nos sentemos a su lado. Irresistible.
Más adelante aparecen los primeros puestos de la feria americana de ropa usada y al final el espacio de los artesanos ?con productos tan bien hechos que justifican el precio turista?. Entre ambos, el sector de las antigüedades y recuerdos: máquinas de escribir cámaras de fotos discos de vinilo carteles de quilmes muñecas peponas vasos de pepsi con los personajes de brigada a. Entremezclados, por supuesto, libros. Viejas ediciones de viejas colecciones ?incompletas?, los ubicuos famosos grandes novelistas de emecé, algún ejemplar del séptimo círculo de la época en que vivían borges y bioy.
La mirada del lector es ávida en las librerías de viejo ?y todavía más en las ferias?. Baste darse una vuelta por Plaza Italia o Plaza Francia para comprobarlo. Uno intenta mantener una postura desapegada, pero los ojos lo traicionan. Buscando en Rosario, encontré Desde el amanecer, la autobiografía de Rosa Chacel. Y el librero comprendió ?demasiado tarde, por suerte para mí? que me estaba llevando una gema.
Mario Levrero habla de Chacel en La novela luminosa. Una mujer que supo ser una rara avis, pasó desapercibida mientras vivía y rápidamente perdió la poca fama tras su muerte. Pero Levrero consigió ?sin proponérselo? rescatarla y convertirla en un mito. Justo Levrero que se volvió mito luego de la muerte. Le dedica cantidades de páginas para hablar de ella (bien y mal). Los ?levrerianos? se pasan datos de Chacel como una contaseña, una clave, una cifra que los define.
Hace un tiempo, cuando se declaró la crisis de gripe A en Argentinta, fui a mi biblioteca a hojear La peste de Camús ?no voy a negar la falta de originalidad?. Es llamativo lo que todavía puede decirte un libro que leíste diez o quince años atrás. La sopresa llegó ni bien abrí la tapa: esa edición de Sudamericana había sido traducida por Rosa Chacel.
seguí.