Por Patricio Zunini, de Hablando del asunto.
I
Arranquemos en la Plaza de Mayo, cerca de la Pirámide ?figura icónica de Julio Cortázar en El examen?. Cruzando Rivadavia, frente al Banco Nación, un edificio de oficinas oculta que un siglo atrás supo ser el Hotel Argentino, y que albergó, entre otros, a José Hernández. El Centro está lleno de marcas literarias, cualquier camino que sigamos desde la Plaza nos conecta con alguna.
Podemos, por ejemplo, bajar hasta Paseo Colón, caminar por la recova donde Fabricio, aprovechando la confusión general tras el bombardeo del ?55, mató a Elisa en el cuento ?Desagravio? de Ricardo Piglia. Si continuáramos hasta Parque Lezama seguramente nos encontraríamos con Martín, protagonista de Sobre Héroes y Tumbas, de Ernesto Sábato, que suele pasar allí las tardes.
No hace falta alejarnos tanto. Podríamos tomar un café en la esquina de Yrigoyen y Bolivar, en el Gran Victoria, donde también el detective Etchenike se permite un breve descanso antes de seguir con las aventuras de Manual de Perdedores, de Juan Sasturain. A menos de 50 metros, siguiendo por Bolívar, se levanta el City Hotel, habitual destino de Leandro Graeff cada vez que llega desde Ciervo Dorado en El Mandato, de José Pablo Feinmann. Dos cuadras más allá, las paredes del Colegio Nacional Buenos Aires actúan como telón de Juvenilia de Miguel Cané y de Ciencias Morales, novela por la que Martín Kohan obtuvo el Premio Herralde.
Un tranquilo paseo por Avenida de Mayo nos permite reparar en el Café London, primer escenario de Los Premios de Cortázar, el Café Tortoni inmortalizado en un hermoso soneto de Baldomero Fernández Moreno, el Hotel Majestic de La ciudad ausente de Piglia.
Nos quedó un poco atrás, pero cómo no regresar para visitar la Galería Güemes por la que, según Cortázar en ?El otro cielo?, es posible llegar a la París del siglo XIX. Si no alcanzáramos Francia deberíamos conformarnos con Florida, pero escuchemos el consejo de los protagonistas de El pornógrafo de Juan Terranova: que se la queden ?las viejas que compran ropa?, y tal como ellos, remontemos Lavalle, que es la calle del entretenimiento.
II
Tanto caminar, tanto caminar, ¿tomamos un colectivo? Busquemos la parada del 10. (No la de Maipú y Diagonal, ese va para Avellaneda. Además es una esquina peligrosa: allí murió el Rufián Melancólico en Los Lanzallamas de Roberto Arlt).
En menos de quince minutos llegamos a Vicente López y Callao, donde vivió Beatriz Guido. Si bajáramos, podríamos correr hasta Callao y Corrientes para presenciar el rencuentro entre Rodolfo y Samantha, en Flores Robadas en los Jardines de Quilmes, de Jorge Asís. O podríamos buscar el Hotel Keops: con un guiño de la suerte veríamos salir a Sabrina Love ?Una noche con Sabrina Love, de Pedro Mairal?.
Pero mejor, sigamos a bordo del 10. Cuando tome Las Heras ?una avenida tan literaria que hasta es custodiada por la Biblioteca Nacional? habrá que estar atentos: en uno de esos cientos de edificios Rodolfo Fogwill escuchó la historia de Los Pichiciegos.
Adolfo Bioy Casares y Alan Pauls comparten la Plaza Alférez Sobral, hermana menor del Parque Las Heras. Separa los bares de Diario de la Guerra del Cerdo (Las Heras y Salguero, hoy una pinturería) y de El pasado (en Scalabrini Ortiz y Cabello, hoy demolido, a la espera de una torre).
A tres cuadras, en Lafinur y Las Heras, otra vez Feinmann pero ahora en Los Últimos Días de la Víctima, nos invita al cabaret de mala muerte donde trabaja Cecilia. Pero para continuar con esa novela tendríamos que llegar hasta Belgrano ?bajarnos del 10 y combinar con el 59?, hasta Zapiola y Echeverría, donde vive Külpe, ?la víctima? de Mendizábal. Mejor sigamos en el colectivo un poco más.
Bajemos en Plaza Italia. Allí comienza El Eternauta de Héctor Oesterheld. Caminemos hasta Palermo, pero no tanto como para encontranos con Juan Diego Incardona vendiendo Objetos Maravillosos, sino hasta la mágica manzana de la ?Fundación Mítica de Buenos Aires? de Jorge Luis Borges: ?Una manzana entera pero en mitá del campo / expuesta a las auroras y lluvias y suestadas. / La manzana pareja que persiste en mi barrio: / Guatemala, Serrano, Paraguay y Gurruchaga?.
III
Finalicemos el recorrido aquí, la vuelta ha sido un poco larga, ya todos debemos estar un poco cansados. Espero que se hayan divertido como yo. Saludémonos aquí, y cada uno a su casa. Yo me vuelvo acompañado de los Veinte poemas para leer en el tranvía, de Oliverio Girondo.
Reconozco que el camino caprichoso dejó huecos imperdonables: el Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, el Conventillo de la Paloma, Alejandro Dolina y sus Crónicas del Ángel Gris, el Bar Ramos, Las Violetas, el Barolo. Pero ¿cómo reflejar toda la riqueza literaria de la ciudad en un solo viaje?
La propuesta es que Uds. acá abajo, en los comentarios, me ayuden a completarlo.
¡Hermoso! y romántica ciudad se esboza en Buenos Aires literaria Zunini, como siempre un placer leerlo.
pregunta.
cuantas personas terminan leyendo este post ?. no creo que superen los 10.como aduladores hay en todos lados y mas en la web, ya van saltar como todo chupa medias
Patricio, lindo recorrido… Yo viví muchos años por la zona de Plaza de Mayo, así que me toca de cerca tu comentario. Ahí hay mucha historia acumulada…
Por otra parte, en la memoria solo tengo cafés y bares queridos, donde poetas no escribían libros sino tangos, como Homero Manzi en San Juan y Boedo, que hoy lleva su nombre. O el Tortoni, con duendes por todos lados…!
Abrazo!
es cierto, chupa medias hay en todos lados?
infradotados iletrados orgullosos de su condicion tambien?
Mendizábal estaba caliente con la mina del barrilete, bah con todas. Un poco más y no se empoma al petiso de la agencia de prode. Hay un pasaje, creo que está casi al comienzo, en donde está en solo, en la cama, y se masturba y recuerda que pronto cumplirá 50 años.
Malinche, gracias por tu comentario. Me alegro que te guste el romanticismo.
Yumba, te recomiendo un libro de Alvaro Abós: Al pie de la letra. Recorre la ciudad a lomo de libro y rescata tangos y poemas. Es buenísimo y está en saldo por Corrientes.
Fernando, es cierto, la otra mina de Külpe, justamente. Es libro tiene mil sitios de Buenos Aires, Barrancas, Belgrano R, el Centro, Palermo. Es de lo mejor de Feinmann.
Patricio, excelente y fantástico el recorrido por una ciudad que alucinó mi vida durante algunos años. Quizá deberíamos comenzar a engendrar algunos escritores más por estos montañeses lados, interiores de un país con centro iluminado y eterno, aquí di benedetto en los suicidas, supo darle a la ciudad un aire meláncolico, enrarecido y policial. Pero después no hay mucho más, algunas descripciones de acequias y viñedos que quizá entristecen más que alegrar. En el fondo el cemento y su multiplicación nerviosa suele ser más seductor para los personajes de cualquier libro. Me guardo este post y cuando viaje hacia Buenos Aires memorizaré algunas cosas, no he leído todas las obras citadas, y tomaré como mías estas palabras y tal vez logre enamorar un poco más a mi mujer. Se agradece.
Gabo, muy emocionado por tus palabras. Mendoza es una ciudad preciosa.
Gracias P.Z. por el dato!!
Este mes de diciembre visitaré por primera vez BA. Tu comentario me resulta muy útil, voy a leer todo lo que pueda de lo que pones… y luego a recorrerlo.
¿Algún consejo literario a añadir?
Gracias
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