(Columna publicada en la revista Wobi de junio-julio 2014)
Nacieron como un brazo ejecutor de las ideas y teorías que rebotaban dentro del famoso Media Lab del MIT y hoy se esparcen como hormigas por el mundo. Generan nuevos talentos, promueven la cultura libre y colaborativa y, como una gigantesca cocina industrial, amasan la harina con la que se cocinará nuestro futuro digital. Son los Fabs Labs, la abreviatura de ?Fabrication Laboratory?.
Se trata de fábricas digitales de objetos físicos, equipados con tecnologías de última generación que tienen como objetivo principal la invención pero también democratizar el acceso a la fabricación personal y colaborativa. Es decir, generar espacios y oportunidades en forma de talleres donde cualquiera que esté interesado pueda llevar adelante ideas y proyectos propios o ajenos. Surgieron a principios de los 2000 por impulso del físico Neil Gershenfeld, profesor y director del Bits & Atoms Center del ya legendario Massachusetts Institute of Technology (MIT). Mediante su profético libro ?Cuando las cosas empiecen a pensar? (que en nuestro país editó Granica en 2001), Gershenfeld fue uno de los pioneros en instalar la idea conceptual de la Internet of Things (Internet de las cosas, de los objetos conectados). Les recomiendo googlearlo y leerlo.
Poco a poco pero sin pausa, los Fab Labs se expandieron por diferentes lugares del mundo. Ya hay más de 320 desparramados por más de 40 países. Todos están nucleados en la Fab Foundation que tiene como misión principal, según su sitio http://www.fabfoundation.org ?favorecer la creatividad de cualquier persona que quiera fabricar algo compartiendo herramientas, proyectos, programas y procesos con otras personas, siempre en el marco de una filosofía abierta y colaborativa?. Aquellos que quieran sumar su laboratorio a la red oficial deben hacerlo siguiendo algunas reglas básicas como compartir con los demás sus conocimientos, los manuales de instrucciones y otras normas básicas de convivencia como limpiar y ordenar el laboratorio y no fabricar nada que pueda dañar personas, animales o las máquinas.
Buenos Aires ya tiene tres Fab Labs ?oficiales?. Uno funciona en el Centro Metropolitano de Diseño (CMD), construido por el gobierno de la Ciudad y dirigido por Enrique Avogadro. ?Es el primero gratuito y abierto para que todos los vecinos de la ciudad puedan transformar las ideas en proyectos concretos, que es lo que nos interesa?, se entusiasma Avogadro. ?El Lab es una herramienta increíble para realizar emprendimientos que impulsen el crecimiento de la economía creativa?, me dice. Entre máquinas cortadoras de láser, antenas, placas Arduino e impresoras 3D, en el CMD Lab -ubicado en Barracas- se ven a varios jóvenes trabajando. Los que se sumen a los talleres deben adquirir una membrecía, a base de cre?ditos, que dependera? del tipo de uso que le den al espacio, así como también de su condición: estudiantes, disen?adores independientes, instituciones, pequen?os estudios o empresas.
Otro de los Labs argentinos se llama ?3D Lab Café?, que mezcla un bar con workshops y cursos sobre impresoras 3D. Está en el barrio de Palermo y lo dirige hace un año Rodrigo Perez Weiss, de 32 años. ?Nacimos con el deseo de emprender una tecnología emergente e imprevisible como es la Impresión 3D?, me cuenta. El Lab saltó a los medios a fines de abril cuando junto a la gente de Darwin Research desarrollaron una prótesis de mano impresa en 3D a un costo de 2000 pesos contra los 40 mil dólares que sale en el mercado. ¿En qué se basaron para fabricarla? En un prototipo de licencia abierta creado por un inglés que bajaron de la Web y cambiaron a medida. El beneficiado fue Felipe Miranda, un chico de 11 años de Algarrobo (en la provincia de Buenos Aires a 500 km de Capital) que ahora tiene mano, puede jugar, agarrar objetos y, como pueden ver en YouTube, algo tan simple como rascarse el pelo.
?Con el know how que tenemos ahora estamos lanzando un app para tratar de llegar a todo el que necesite una prótesis. La idea es que en unos pocos pasos y preguntas, la persona pueda con la app ordenar su prótesis para imprimirla en nuestros Labs?, dice Pérez Weiss, quien ya piensa abrir otros Labs Café en México DF y Paraguay.
Tomás Diez es venezolano y estudió urbanismo. Se fue a vivir a Barcelona en 2007 y hoy dirige el Fab Lab Barcelona, además de ser un miembro activo en la Fab Lab Foundation. Me dice por Skype que los laboratorios no sólo cambiarán el modelo productivo que conocemos hasta el momento, sino que modifican nuestras relaciones y hasta la manera en que creamos las cosas.
Él es uno de los organizadores de la Conferencia Fab10, que en julio próximo se hará en Barcelona y donde asistirán muchos de los miembros de los Fab Labs. El evento está apoyado por empresas privadas, el Ayuntamiento de la ciudad y El Instituto de Arquitectura Avanzada de Catañuña (IAAC). ¿El objetivo? ampliar el impacto de todos los Fab Labs en las ciudades. Durante una semana de intensos talleres y conferencias, se verán las caras por primera vez muchos expertos, ciudadanos comunes y gente de las industrias y los gobiernos de varios países bajo la consigna ?From Fab Labs to Fab Cities?. Ciudades inteligentes. Los temas que se tratarán en torno a ellas estarán vinculados a las nuevas industrias creativas, innovación ciudadana, políticas públicas, economías emergentes y la reindustrialización de las ciudades, entre una larga lista de etcéteras. Pero lo más importante es que los sectores públicos, privados y universitarios trabajan en conjunto con un objetivo en común: transformar a las ciudades actuales en enormes laboratorios y fábricas digitales donde todos (y entre todos) podremos construir nuestro porvenir. Como si cantáramos a coro una versión actualizada de aquella lindísima canción de Los Beatles: ?All you need is Lab?.
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