A los 74 años, murió uno de los mejores cronistas y periodistas del mundo.
Escribió 21 libros, entre los cuales se encuentran ?El Emperador? (biografía del etíope Haile Selassie), ?La Guerra del Fútbol? (narró la guerra entre Honduras y El Salvador), ?El Sha? (sobre la revolución iraní), ?El Imperio? (la caída de la URSS) y ?Ébano? (sus vivencias en África).
Durante más de veinte años trabajó como corresponsal de la Agencia Polaca de Prensa y cubrió diecisiete revoluciones en doce países de África, Asia y América Latina. Colaborador en los diarios The New York Times, Frankfurter Allgemeine Zeitung y la revista Time. Además fue maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), creada por el colombiano Gabriel García Márquez.
Links:
Wikipedia
Clarín
La Nación
Entrevista en La Nación (2001)
Página/12
El País (Madrid)
Confirmado.net
Les dejo acá dos grandes textos de Kapuscinski. El primero es del libro ?Los cínicos no sirven para este oficio?, (Anagrama, 2002). Se trata de una conferencia que dió en Italia junto a la periodista María Nadotti.
El segundo fragmento pertenece al libro ?Los cinco sentidos del periodista (estar, ver, oír, compartir, pensar)?. Fue editado en México en conjunto por el Fondo de Cultura Económica y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. El libro es inédito en nuestro país. Actualmente no se consigue en nuestras librerías. Aún cuando el texto recoge los conceptos que Kapuscinski ofreció en el taller que dictó entre el 7 y el 11 de octubre de 2002 en Buenos Aires organizado por la FNPI y la Fundación Proa.
Los cínicos no sirven para este oficio.
El periodismo está atravesando una gran revolución electrónica. Las nuevas tecnologías facilitan enormemente nuestro trabajo, pero no ocupan su lugar. Todos los problemas de nuestra profesión, nuestras cualidades, nuestro carácter artesanal, permanecen inalterables. Cualquier descubrimiento o avance técnico pueden, ciertamente, ayudarnos, pero no pueden ocupar el espacio de nuestro trabajo, de nuestra dedicación al mismo, de nuestro estudio, de nuestra exploración y búsqueda.
En nuestro oficio hay algunos elementos específicos muy importantes.
El primer elemento es una cierta disposición a aceptar el sacrificio de nosotros mismos. Es esta una profesión muy exigente. Todas las son, pero la nuestra de manera particular. El motivo es que nosotros convivimos con ella 24 horas al día. No podemos cerrar nuestra oficina a las cuatro de la tarde y ocuparnos de otras actividades. Este es un trabajo que ocupa toda nuestra vida, no hay otro modo de ejercitarlo. O, al menos, de hacerlo de un modo perfecto.
Hay que decir naturalmente, que puede desempeñarse de forma plena en dos niveles muy distintos.
A nivel artesanal como sucede en el 90% de los periodistas, no se diferencia en nada del trabajo común de un zapatero o de un jardinero. Es el nivel más bajo.
Pero luego hay un nivel más elevado, que es el más creativo: es aquel en el que, en el trabajo, ponemos un poco de nuestra individualidad y de nuestras ambiciones. Y esto requiere verdaderamente toda nuestra alma, nuestra dedicación y nuestro tiempo.
El segundo elemento de nuestra profesión es la constante profundización en nuestros conocimientos. Hay profesiones para las que, normalmente, se va a la universidad, se obtiene un diploma y ahí se acaba el estudio. Durante el resto de la vida se debe simplemente administrar lo que se ha aprendido. En el periodismo, en cambio, la actualización y el estudio constantes son la ?conditio sine qua non?. Nuestro trabajo consiste en investigar y describir el mundo contemporáneo, que está en un cambio continuo, profundo, dinámico y revolucionario. Día tras día, tenemos que estar pendientes de todo esto y en condiciones de prever el futuro. Por eso es necesario estudiar y aprender constantemente. Tengo muchos amigos de una gran calidad junto a los que empecé a ejercer el periodismo y que a los pocos años fueron desapareciendo en la nada. Creían mucho en sus dotes naturales, pero esas capacidades se agotan en poco tiempo; de manera que se quedaron sin recursos y dejaron de trabajar.
Hay una tercera cualidad importante para nuestra profesión, y es la de no considerarla como un medio para hacerse rico. Para eso ya hay otras profesiones que permiten ganar mucho más y más rápidamente. Al empezar, el periodismo no da muchos frutos. De hecho, casi todos los periodistas principiantes son gente pobre y durante bastantes años no gozan de una situación económica muy boyante. Se trata de una profesión con una precisa estructura feudal: se sube de nivel sólo con la edad y se requiere tiempo. Podemos encontrar muchos periodistas jóvenes llenos de frustraciones, porque trabajan mucho por un salario muy bajo, luego pierden su empleo y a lo mejor no consiguen encontrar otro. Todo esto forma parte de nuestra profesión. Por tanto, tened paciencia y trabajad. Nuestros lectores, oyentes, telespectadores son personas muy justas, que reconocen enseguida la calidad de nuestro trabajo y, con la misma rapidez, empiezan a asociarla con nuestro nombre; saben que de ese nombre van a recibir un buen producto. Ése es el momento en un periodista estable. No será nuestro director quien lo decida, sino nuestros lectores.
Para llegar hasta aquí, sin embargo, son necesarias esas cualidades de las que he hablado al principio: sacrificio y estudio.
En general, los periodistas se dividen en dos grandes categorías. La categoría de los siervos de la gleba y la categoría de los directores. Estos últimos son nuestros patronos, los que dictan las reglas, son los reyes, deciden. Yo nunca he sido director, pero se que hoy no es necesario ser periodista para estar al frente de los medios de comunicación. En efecto, la mayoría de los directores y de los presidentes de las grandes cabeceras y de los grandes grupos de comunicación no son, en algún modo, periodistas. Son grandes ejecutivos.
La situación empezó a cambiar en el momento en el que el mundo comprendió, no hace mucho tiempo, que la información es un gran negocio.
Antaño, a principio de siglo, la información tenía dos caras. Podía centrarse en la búsqueda de la verdad, en la individualización de lo que sucedía realmente y en informar a la gente de ello, intentando orientar a la opinión pública. Para la información, la verdad era la cualidad principal.
El segundo modo de concebir la información era tratarla como un instrumento de lucha política. Los periódicos, las radios, la televisión en sus inicios, eran instrumentos de diversos partidos y fuerzas políticas en lucha por sus propios intereses. Así por ejemplo, en el siglo XIX, en Francia, Alemania o Italia, cada partido y cada institución relevante tenía su propia prensa. La información, para esa prensa, no era la búsqueda de la verdad, sino ganar espacio y vencer al enemigo particular.
En la segunda mitad del siglo XX, especialmente en estos últimos años, tras el fin de la guerra fría, con la revolución de la electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: que lo que cuenta en la información, es el espectáculo. Y, una vez que hemos creado la información-espectáculo, podemos vender esta información en cualquier parte. Cuanto más espectacular es la información, más dinero podemos ganar con ella.
De esta manera, la información se ha separado de la cultura: ha comenzado a fluctuar en el aire; quien tenga dinero puede obtenerla, difundirla y ganar más dinero todavía. Por tanto, hoy nos encontramos en una era de la información completamente distinta. En la situación actual, es éste el hecho novedoso.
Y éste es el motivo por el que, de pronto, al frente de los más grandes grupos televisivos encontramos a gente que no tiene nada que ver con el periodismo, que sólo son grandes hombres de negocios, vinculados a grandes bancos o compañías de seguros o cualquier otro ente provisto de mucho dinero. La información ha empezado a ?rendir? y a rendir a gran velocidad.
La actual, por tanto, es una situación en la que en el mundo de la información está entrando cada vez más dinero.
Hay otro problema, además. Hace cuarenta, cincuenta años, un joven periodista podía ir a su jefe y plantearle sus propios problemas profesionales: cómo escribir, cómo hacer un reportaje en la radio o en la televisión. Y el jefe, que generalmente era mayor que él, le hablaba de su propia experiencia y le daba buenos consejos.
Ahora, intentad ir a Mr. Turner, que en su vida ha ejercido el periodismo y que rara vez lee los periódicos o mira la televisión: no podrá daros ningún consejo, porque no tiene la más mínima idea de cómo se realiza nuestro trabajo. Su misión y su regla no son mejorar nuestra profesión, sino únicamente ganar más.
Para estas personas, vivir la vida de la gente corriente no es importante ni necesario; su posición no está basada en la experiencia del periodista, sino en la de una máquina de hacer dinero.
Para los periodistas que trabajamos con las personas, que intentamos comprender sus historias, que tenemos que explorar y que investigar, la experiencia personal es, naturalmente, fundamental. La fuente principal de nuestro conocimiento periodístico son ?los otros?. Los otros son los que nos dirigen, nos dan sus opiniones, interpretan para nosotros el mundo que intentamos comprender y describir.
No hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos. La relación con los seres humanos es el elemento imprescindible de nuestro trabajo. En nuestra profesión es indispensable tener nociones de psicología, hay que saber cómo dirigirse a los demás, cómo tratar con ellos y comprenderlos.
Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina ?empatía?. Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás.
En ese sentido, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desparecer, olvidarnos de nuestra existencia. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos.
El verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del buen periodismo. Se leéis los escritos de los mejores periodistas -las obras de Mark Twain, de Ernest Hemingway, de Gabriel García Márquez-, comprobaréis que se trata siempre de periodismo intencional. Están luchando por algo. Narran para alcanzar, para obtener algo. Esto es muy importante en nuestra profesión. Ser buenos y desarrollar en nosotros mismos la categoría de la empatía.
Sin estas cualidades, podréis ser buenos directores, pero no buenos periodistas. Y esto es así por una razón muy simple: porque la gente con la que tenéis que trabajar -y nuestro trabajo de campo es un trabajo ?con? la gente- descubrirá inmediatamente vuestras intenciones y vuestra actitud hacia ella. Si percibe que sois arrogantes, que no estáis interesados realmente en sus problemas, si descubren que habéis ido hasta allí sólo para hacer unas fotografías y recoger un poco de material, las personas reaccionarán inmediatamente de forma negativa. No os hablarán, no os ayudarán, no os contestarán, no serán amigables. Y, evidentemente, no os proporcionarán el material que buscáis.
Y sin la ayuda de los otros no se puede escribir un reportaje. No se puede escribir una historia. Todo reportaje -aunque esté firmado sólo por quien lo ha escrito-, en realidad es el fruto del trabajo de muchos. El periodista es el redactor final, pero el material ha sido proporcionado por muchísimos individuos. Todo buen reportaje es un trabajo colectivo y sin un espíritu de colectividad, de cooperación, de buena voluntad, de comprensión recíproca, escribir es imposible.
Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Es necesario diferenciar: una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Esto es absolutamente necesario, de otro modo, no se podría hacer periodismo. Algo muy distinto es ser cínicos, una actitud incompatible con la profesión de periodista. El cinismo es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo concibe de una forma seria. Naturalmente, aquí estamos hablando del gran periodismo, que es el único del que vale la pena ocuparse, y no de esa forma detestable de interpretarlo que con frecuencia encontramos.
En mi vida me he encontrado con centenares de grandes, maravillosos periodistas, de distintos países y en épocas distintas. Ninguno de ellos era un cínico. Al contrario, eran personas que valoraban mucho lo que estaban haciendo, muy serias; en general, personas muy humanas.
Cada año más de cien periodistas son asesinados y varios centenares más son encarcelados o torturados. En distintas partes del mundo se trata de una profesión muy peligrosa. Quien decide hacer este trabajo y está dispuesto a dejarse la piel en ello, con riesgo y sufrimiento, no puede ser un cínico.
Los cinco sentidos del periodista
Ahora que la información es una mercancía bajo las leyes del mercado, es decir, destinado a obtener una rentabilidad máxima y apuntar al monopolio, los antiguos héroes del periodismo han sido reemplazados, en buena medida, por un nutrido número de esos anónimos trabajadores de los medios que ya mencionamos. Hoy el soldado de nuestro oficio no investiga en busca de la verdad, sino con el fin de hallar acontecimientos sensacionales que puedan aparecer entre los títulos principales de su medio.
Recuerdo la primera conferencia de jefes de Estado de Africa, celebrada en 1963. Llegaron periodistas del mundo entero para cubrirla: nos reunimos unos 200 enviados especiales y corresponsales de los grandes diarios, agencias de noticias y cadenas de radios. También había varios realizadores de crónicas cinematográficas, pero no recuerdo equipos de televisión. Había auténticos maestros de la pluma, expertos en los problemas de determinados países. Hoy tengo la impresión de que aquella gran reunión de reporteros del mundo fue el cierre de una época en la que el periodismo se vivía como una noble vocación a las que las personas se entregan plenamente y para toda la vida.
Con los hombres de los negocios en lugar de los románticos buscadores de la verdad que antes dirigían los medios, algunos cambios se hicieron visibles a los ojos de quienes conocían desde antes las redacciones de los diarios.
En el pasado los medios se entablaban en edificios de segunda categoría y disponían de espacios estrechos y mal acondicionados donde se afanaban los periodistas, casi siempre mal vestidos y sin dinero en los bolsillos. Hoy una canal de televisión perteneciente a las grandes cadenas ocupa suntuosos palacios llenos de mármoles y espejos, por cuyos silenciosos pasillos el visitante es conducido por deslumbrantes asistentes. En estos ámbitos se concentra el poder que antes sólo ostentaban los jefes de gobierno.
Actualmente el poder está en manos de quien posea un estudio de televisión, un diario o una radio. En el mundo contemporáneo, tener medios de comunicación significa tener poder. Por eso los que se sublevaron contra los regímenes antidemocráticos en Europa y Asia no trataron de tomar las sedes parlamentarias o presidenciales, sino que fueron directamente a conquistar los canales de televisión.
Sin ignorar este aspecto, quiero señalar que en las discusiones sobre el poder de los medios se dedica demasiada atención como las leyes de mercado o las audiencias, y muy poca a los aspectos humanos. No soy un teórico de los medios sino un periodista que desde hace 40 años elabora y consume información, y desde esa experiencia advierto un problema de proporciones. Creo que la afirmación ?bastante generalizada? de que toda la humanidad vive pendiente de los medios, es desmedida. Incluso cuando hay acontecimientos como la inauguración de los Juegos Olímpicos que llegan a 2.000 millones de personas hay que admitir que esa cifra constituye una tercera parte de la población del planeta.
Otras transmisiones de la televisión sobre grandes acontecimientos pueden ser vista por 10 o 20 % de los habitantes de la Tierra: masas enormes de gente evidentemente, pero por cierto no toda la humanidad. Hay cientos de millones de seres que viven totalmente aislados de los medios o que entran en contacto con ellos cada muerte e obispo.
Me tocó vivir en muchos lugares de Africa donde no hay televisión, radios ni diarios. Existe también grandes extensiones de Asia en las cuales la televisión funciona solamente dos o cuatro horas al día. En Mongolia, si bien hay emisoras los televisores que tiene la gente son tan malos que no pueden recibir las señales de los programas.
Gran parte de la humanidad vive aislada de los medios y no tiene que preocuparse por la manipulación de la opinión pública o por el efecto que las series saturadas de violencia pueden producir en la educación de sus hijos.
El desarrollo de las técnicas de comunicación – sobre todo la telefonía móvil y el correo electrónico – cambiaron radicalmente las relaciones entre los trabajadores de los medios y sus jefes. Antes el corresponsal de un diario, de una agencia de prensa o de una emisora disponía de gran libertad y podía desarrollar su iniciativa personal: buscaba la información, la seleccionaba y la elaboraba. Actualmente, y cada vez en mayor proporción, estos enviados se han convertido en simples peones cuyos jefes mueven a través del mundo desde una central que puede estar en el otro extremo del planeta.
Leandro, no es de buen periodista omitir la fuente. Kapucinsky se enojaría mucho con vos. Esto que dejaste acá está copypasteado textual de una nota de Diaro sobre Diarios…
http://www.diariosobrediarios.com.ar/dsd/diarios/zona_dura/29-12-2006.htm
Haerper, el texto me llegó por un mail que circuló hace unos 20 días. Por otro lado, está se encuentra fácil en la web en varios sitios. No creo que sea un “textual” que le pertenezca a DsD, ya que es un texto extraído de un libro. En todo caso, DsD también lo copypasteo.
Pero de todas formas, vale la aclaración. Gracias.
Así no van a quedar dinosaurios, ni lagartos, ni nada. ¿Y si nos dejamos de chiquitaje? el único copy es el de Kapucinsky. Y parece que era generoso…
casi me olvido: gracias por facilitarme la búsqueda de sus textos
Cuando se muere cualquier otro famoso hacés chistes de mal gusto y humor negro.
Pero claro, como Kapuscinski es periodista, estaría mal visto hacer bromas con la muerte de un colega.
Das asco.
en este post se nota a la legua que es ser peridista, en argentina.
Mariano Cerbal: Un poco exagerado tu “das asco”, pero bueno. Te pregunto: qué chiste querías que hiciera con Kapuscinski? Pensá uno y si es bueno lo hago, pero a mí no se me ocurre ninguno que valga la pena. Y también te equivocás porque hice chistes con muy pocos personajes, como Ubaldini.
kapu fue el gran maestro del periodismo in situ del siglo xx, fue un grande de la crónica, un género que en argentina apenas esbozó el gran gottling y hoy está vacante. Está vacante porque los editores y directores no tienen buen gusto. Está vacante porque escribir pirámide invertida con declaraciones es mucho más fácil entre los redactores. Está vacante porque no se enseña a escribir crónicas. Y está vacante porque muchos quieren hacer la revolución escribiendo una noticia o una supuesta investigación mientras la vida, que no es otra cosa que la crónica, les pasa por delante. Pude conocerlo, entrevistarlo y leer sus libros. Desde una agencia chiquita como la polaca se hizo un lugar entre los grandes. Una demostracion de que el tamaño del medio, cuando hay talento, no importa.
En You Tube encontré un video interesante, Kapuscinski habla sobre el periodismo, habla en castellano. Paso el link
http://escorpio80.blogspot.com/2007/01/kapuscinski-1932-2007.html
Concuerdo Harry. Noto que en Argentina hay una tendencia al lloriqueo tremenda, mientras que los vedaderamente capacitados, simplemente hacen las cosas bien, crecen, y están mejor.
Déjense de llorar y hagan algo por sus vidas. Un poco de amor propio, che.
Quería saber cómo puedo hacer para conseguir “Los cinco sentidos del periodista”. Gracias!