Hoy es el 30° aniversario del golpe militar de 1976.
El 24 de marzo empezó una etapa negra, la más oscura y criminal de nuestra historia reciente. Nuestro mayor desastre como sociedad. Miles de personas fueron secuestradas, torturadas y asesinadas. Muchos debieron exiliarse en otro país para salvar sus vidas. Hubo gente que fue arrojada viva al Río de la Plata y enterrados sin nombre en fosas comunes. Se estima que más de 400 bebés nacidos en cautiverio fueron expropiados de sus padres naturales y entregados a otras familias (la mayoría militares).
Apenas se encontraron más de 80 chicos y el resto permanece sin saber quiénes son sus padres biológicos, ni su verdadera identidad e historia.
Nací en diciembre del mismo año del golpe y tenía un año cuando secuestraron a mi viejo por estar afiliado a la UCR. Casi de casualidad, lo devolvieron con vida a los pocos días. Nunca simpaticé con los militares y por suerte zafé de varias cosas: pude haber sido hijo de un desaparecido o ser un hijo robado y entregado en adopción a otra familia. También zafé de la colimba: en 1994 la clase 76 fue la última de la historia en ser sorteada. Me tocó un número muy bajo, el 041.
Tengo un par de recuerdos de la dictadura. No se podía frenar con el auto en los cuarteles militares, los comunicados que me interrumpian los dibujitos, a mis hermanas tejiendo bufandas para los soldados en Malvinas, el acto radical de la 9 de julio, la alegría de mi viejo cuando ganó Alfonsín…
Pero hoy, no quiero hablar de Videla ni de la manga de asesinos que usurparon con tanques la Casa Rosada a paso firme entre fanfarrias y se fueron con el culo entre las patas seis años después con una guerra perdida y ordenando quemar listas de muertos y archivos para no dejar rastro de su papelón. Tampoco de los que asesinaron a cuenta de Perón, AAA, Montoneros y el ERP. Para hablar de todos ellos, están los especiales de la TV y los diarios y sitios web, que proliferan desde hace una semana.
Hoy, cuando se agitan con fuerza las baneras progres de la defensa de los derechos humanos, me entusiasma más hablar de nosotros como sociedad. De cómo somos cómplices, corruptos y mezquinos cuando el riesgo nos pone contra la pared. De nuestra increible habilidad para girar el cuello y mirar para otro lado.
Fracasamos.
Mientras Videla y Massera delineaban sus planes junto a los empresarios representados por Martinez de Hoz, la mayoría de la sociedad los apoyaba para que terminen de una buena vez con el caos iniciado por Perón y su bailarina preferida. Se pedía orden y bueno… también subordinación y valor… y bueno… por cincuenta millones de dólares más, agrandar el combo y llevarse un mundial.
Hoy, marketineramente, todos los homenajes especiales que publican los mismos medios que no se animan siquiera a intentar una autocrítica, abundan en color negro. Pero durante la dictadura hubo sol, goles, pizzas, taxis, obreros, vacas, diarios, zapatillas, colegios, Obelisco, asados, locomotoras, escritores, autos. La vida siguió y los que podían rajaban a Miami a comprar dos televisores a color y otros se emocionaban con Galtieri cuando dijo que, a los ingleses, les presentaremos batalla. Canal 13 no hablaba de una larga noche como lo hace ahora y Palito Ortega cantaba “la felicidad” y todos coreabamos “ah, ah, ah, ah”. La revista Gente de Vigil, la misma que ahora pone en tapa modelitos en bolas todas las semanas, nos decía “Estamos Ganando”.
Fracasamos.
La prensa fue censurada y la que quedó fue, por miedo, ideología o por conveniencia, chupamedias y negociadora del poder. Los dos grandes medios, Clarín y La Nación, fueron además de cómplices, socios del gobierno en el fabuloso negocio de Papel Prensa. De paso, denunciaban campañas anti argentinas en el exterior y muchos periodistas, que hoy la van de progres y se emocionan en cámara, decían que eramos derechos y humanos. Ninguno se animó a leer al aire la carta que dejó Rodolfo Walsh antes de que lo cagaran a tiros. Pero cobraron por actuar en la película La Fiesta de Todos, financiada por el gobierno.
Ahora, antes de amagar con cualquier especial sobre el golpe, primero los medios deberían hacer una profunda y sincera autocrítica.
Fracasamos.
Seguro que muchos de los padres, tíos y abuelos de los que hoy marchen a Plaza de Mayo pidiendo justicia y memoria, miraron para otro lado durante los días más sangrientos repitiendo las terribles frases “por algo será” o “algo habrán hecho”. Y también aconsejaron el “no te metás”. Millones festejaron el Mundial ´78 a metros de centros clandestinos de detención y tortura. Seguro que batieron palmas cuando Alfonsín los metió presos y ni se dieron cuenta cuando Menem los indultó porque estaban de nuevo en Miami eligiendo dos televisores nuevos gracias al 1 a 1 de Cavallo. No somos capaces ni de honrar a los muertos, ni a los pobres. No construimos en 50 años ninguna opción política al peronismo. Coqueteamos con la derecha y la izquierda según el riesgo país, el bolsillo y la inseguridad. Pintamos de negro los espejos porque nos aterra ver nuestro reflejo.
Morales Solá, tu viejo, Ruckauf, Magdalena, Cherquis Bialo, el mozo, Sergio Renán, Burson Masteller, la secretaria, Pinky, Macaya, tu abuela, Sábato, Diego Bonadeo, Maradona, Moria Casán, Doña Rosa, Neustadt, Luder, Menotti, Darín, Carlitos Balá, el albañil, Cacho Fontana, Calabró, Monzón, el kiosquero de la esquina, El Gráfico, Las trillizas de oro, el portero, el empresario, Passarella, tu primo, Kempes, el taxista… Millones de personas, desde su lugar, con o sin intención, sabiendo o no, con mayor o menor responsabilidad, aportamos algo para que la junta militar pueda llevar a cabo su plan. No fue todo obra de cinco militares dementes. Un sistema necesita de engranajes y poleas para funcionar. ¿Dónde estamos?
No juzgo a los que actuaron como actuaron, porque cada uno hace lo que puede y lo que quiere. Yo nací en el ´76 y no sé cuál hubiese sido mi labor si en ese entonces hubiese tenido mi edad actual. Entiendo que fue una época dura, difícil, de terror verdadero. Pero una cosa es callar por miedo a morir y otra es colaborar.
Fracasamos.
Porque no aprendimos nada. Treinta años después seguimos fracasando como sociedad al ver a Kirchner como prepotea en el poder y miramos para otro lado cuando su mujer patina fortunas en joyas y algo huele mal en Santa Cruz. Callamos frente a la mentira y la injusticia diaria. Tiramos petardos al día siguiente de Cromañon. Nos reimos de los chicos que responden mal en Feliz Domingo para ir a Bariloche pero no aceptamos que su ignorancia es lo mejor que supimos darles. Hacemos zapping entre el gato de turno de un gerente de programación, una nena tucumana desnutrida y Mik Jagger con la camiseta argentina. Hablamos de ratings y vemos cómo se tiran de los pelos para las cámaras Macri y su socio Aguilar. Cirque Du Soleil es un éxito.
No debatimos en serio. Dejamos que nos enchufen un inutil feriado por decreto.
Hoy, 30 años después de aquel día, somos los mismos de siempre.
(Foto tapa Clarín 25 de marzo de 1976)
Para saber más sobre el comportamiento de la prensa argentina durante la dictadura, recomiendo el libro “Decíamos Ayer”, de los periodistas Martín Zubieta y Eduardo Blaustein. Allí se muestra con ejemplos, nombres y transcripciones de tapas y artículos, de que manera los grandes medios fueron cómplices con los asesinos y sus planes de gobierno.
Leer Más